jueves, 23 de agosto de 2007

Inspirar, espirar


En relación con el post anterior, donde descubría mi trauma infantil (más bien adolescente) con el gazpacho, me decido a contar otro de mis traumas, este sí infantil y que me hizo pasar alguna noche en vela.


Realmente, no es nada dramático, pero es cierto que una de las habituales bromas de mi padre en la infancia provocaba en mí cierta inquietud.


Resulta que cada vez que aparecía la noticia de la muerte de algún personaje famoso o se moría algún vecino, etc., mi precoz hipocondría me hacía preguntarle por las causas de su muerte. Mi padre, casi siempre respondía muy serio que se había muerto porque se le había olvidado respirar.


Y yo, hasta que se me pasaba la paranoia, estaba muy atento a mi respiración, vigilando que en ningún momento se me olvidara inspirar y espirar. También me aseguré de que dormido no hacía falta acordarse porque aquello marchaba sólo.


No le guardo rencor.

lunes, 20 de agosto de 2007

Reflexiones POSTvacacionales



Tras volver de mi semana vacacional por la costa granadina y alrededores, me dispongo a verter algunas reflexiones y sucedidos varios.


* Mi trauma con el gazpacho.
Me encantaría que me gustara el gazpacho, tiene un aspecto estupendo, un olor muy agradable y me parece un apropiadísimo primer plato para los calores del sur. Pero todos mis intentos por acercarme a él se han saldado con estrepitoso fracaso y gesto de repugnancia por mi parte tras probarlo.
Y esto se debe, deduzco yo, a un trauma originado en mi viaje de fin de curso en 8º de EGB. Nos llevaron a Doñana, a un camping, yo estaba en una edad en la que no era buen comedor y a eso se sumó que la comida que nos servían en el camping no era demasiado apetecible. Tras varios días de decepciones en la comida, un día nos encontramos en las mesas con enormes vasos de coca-cola de los de hamburguesería (con su tapa y su pajita). Todos nos dirigimos cual posesos al vaso y yo fui de los primeros, sorbí con fuerza y decisión, fue tal el desagrado y la decepción que debí de sentir al notar que aquello no era coca-cola sino una sopa fría con ese sabor tan característico que, tras devolver al vaso todo lo que aún no había pasado al estómago, creo que quedé severamente traumatizado por la experiencia y que ello motivó mi repulsa por este plato que, vistos sus ingredientes, me debería encantar.
Una lástima.


* Las playas
En las playas más urbanas del sur la gente es más bien recatada, de hecho el número de tetas al aire por metro cuadrado es muy bajo y ello provoca que ante la valiente exhibición de estas protuberancias por parte de algunas pioneras se note en el ambiente cierto murmullo, aproximaciones de los hombres en su paseo por la orilla y mayor acoso de los vendedores de gafas, bolsos, CDs, relojes, vestidos, zapatillas, etc.
Unas de estas valientes, una pareja de chicas, fue más allá y exhibieron tetas y escuetos tangas. Se creó un polo magnético de atracción de miradas hacia sus toallas e incluso la barcaza de limpieza de aguas dejó esa porción de costa como la patena de tantas pasadas que hizo.
Pero lo mejor fue el sabio comentario de un sexagenario andaluz quien, al pasar junto a ellas, comentó, no demasiado discretamente: "Pué no ze porqué ze ponen er tanga, porque tienen culo de hombre". La descripción me pareció muy acertada, era cierto, tenían culo de hombre, muy escaso de formas, más bien fofo... Eso sí, defiendo que todo el mundo, tenga culo de hombre, de mono o de ballenato tiene todo el derecho a exhibir lo que quiera de su cuerpo.

* Las otras playas
Es muy difícil encontrar playas paradisiacas en agosto. En el espectacular Cabo de Gata deben de existir unas cuantas de ellas, pero supongo que pierden su encanto cuando la guía de la oficina de turismo le cuenta a cada uno de los miles de visitantes, marcándolas en el mapa, que aquí tienen ustedes una cala solitaria de aguas cristalinas, o una playa "virgen".
Y así ocurre que, mapa y guía en mano, encuentra uno un camino de tierra con una flecha indicadora de una de esas playas, lee en la guía que se trata de una solitaria playa con mucho encanto y se dice a sí mismo, "por fin, la encontré, aquí estaré lejos de los turistas" (cuando realmente yo era uno más), hace sufrir a su nuevo coche por un camino repleto de baches, curvas cerradas y fuertes pendientes y, al llegar, descubre que el parking está repleto, que la playa está llena de turistas y que hay más sombrillas que en Zarautz.
He de aclarar que fui insistente y que tras arduas investigaciones dí con alguna de esas playas más o menos solitarias y con cristalinas aguas, pero con un acceso aún más difícil y largas caminatas mediante, supongo que es el peaje que se debe pagar para alejarse de los (otros) turistas.


* El desestress
Me ha contado un amigo que ha observado que en periodo vacacional se recupera la espontánea erección matutina al despertar, más difuminada y escasa en vigor y frecuencia durante el resto del año. Tiene dudas de si será esto motivado por la diferencia en la hora en que se levanta (él) o si tendrá que ver con que está más relajado y que el stress laboral, aunque parezca menor, provoca este tipo de estragos en su funcionamiento corporal.
Yo ya le he dicho que esas cosas no se andan contando por ahí al personal, pero en fin, él verá...

sábado, 4 de agosto de 2007

Si no fuera por esos pequeños placeres de la vida II ó Creo que mi peluquera quiere algo conmigo


Que delicadeza en su tacto, que sutiles movimientos, que suavidad, que relax tan absoluto me provocan los masajes capilares que me da mi peluquera en las escasas 2 ocasiones al año en que le visito. Es sin duda el gran momento. En general que me corten el pelo me encanta, aunque no lo parezca, me encanta todo el proceso desde que me ponen la batita (momento un tanto gay), hasta sus suaves movimientos para orientar mi cabeza, el sonido de las tijeras al rasgar - que no cortar - mi pelo, cuando usa la maquinilla para cortar pelos rebeldes de patilla o cuello, etc.


Pero sin duda, es ese momento sublime que comienza con el chorro de agua en la cabeza y la pregunta de si está a mi gusto en cuanto a temperatura. cuando las sensaciones comienzan a fluír. Chorros de agua con buena presión, acompañados de suaves masajes, aplicación del champú con una delicadeza exquisita y entonces, la cumbre orgásmica, el Masaje, no puedo evitar cerrar los ojos y supongo que mi sonrisa delata mi satisfacción, es una pena, apenas dura más allá de 2 minutos.


Y sí, es en ese momento, cuando me planteo que quizás lo que procede es, tras ese masaje, arrancarme la bata, levantarme, coger su mano suavemente para ayudarle a cerrar el grifo, besarle apasionadamente y retirarnos a la trastienda para, tras apartar con gran estrépito las lacas, espumas, gominas y demás que seguro hay sobre algún armario, hacerle mía.

Que gran expresión esa de "hacerle mía".