sábado, 31 de enero de 2009

Astelehenak


Comprenderéis que decaiga el interés de los posts ahora que toca el lunes. Pero el compromiso era cumplimentar todos los días de la semana y así se hará.


Los lunes son ese día en el que te topas con la pregunta de "¿qué tal el finde?" e intentas responder poniéndole más emoción de la que tuvo realmente el finde. Inicio de semana laboral, un día que, en mi caso, no se me suele hacer especialmente duro.


El referente que me viene a la cabeza de este día es la gran película de "Los lunes al sol", entre otras cosas porque no hace mucho lo viví en primera persona. Afortunadamente, yo caí en el paro en pleno despertar veraniego y realmente había sol, pudiendo disfrutar mucho más del ocio al aire libre, de hecho ha sido el verano en que más me he broncedo, con mucha diferencia. Peor sería caer en "Los lunes al sirimiri" o "Los lunes y días grises", aunque también los hubo durante mis 8 meses de paro.


De la película no diré mucho más, salvo que ya entonces Javier Bardem me parecía un actor como la copa de un pino y que Fernando Tejero hacía tan bien su papel de retrasado que creí que lo era de verdad.


De mi temporada como parado, creo que la sobrellevé bien, a lo cual ayudó mucho el colchón económico de la indemnización y del paro. Lo peor fue tener que pasar de nuevo por algunas entrevistas de trabajo humillantes, especialmente la del pseudopsicólogo de ese campo de concentración/empresa de selección llamada Ce eRre Hache, especialista en (intentos de) humillación.


Y es cierto que la rara sensación de no ser un elemento productivo se exacerba los lunes, cuando comienza el frenesí laboral, cuando oía desde la cama el tráfico de las 7 y pico y me daba la vuelta para retomar el sueño, cuando paseaba por la ciudad y coincidía con las señoras en la compra o con la cartera echando las cartas al buzón. Sensaciones raras. El viernes a la tarde, ya en situación de igualdad, me sentía menos parado pero, por lo demás, confirmé la idea de que yo podría vivir perfectamente sin trabajar, en caso de ser agraciado con un jugoso premio en el euromillón o recibir una inesperada herencia de un desconocido tío-abuelo multimillonario. No comparto la idea de esos que dicen que no dejarían de trabajar.


Otra cosa muy mala de estar en el paro, aparte del hecho en sí mismo y sus consecuencias evidentes, es tener que tratar con los funcionarios del INEM, los más desagradables de todo el funcionariado. Mi duda sólo es si el desagradable del INEM nace o se hace, es decir, si ubican allí a los más desquiciantes y antipáticos, o se vuelven así al tratar con tanto rebotado. A mí me han llegado a hacer una gestión de unos 10 minutos sin mirarme a la cara. Cómo será ahora la cosa con colas que dan la vuelta a la manzana...


Ahora en mi empresa se empieza a oír la palabra de moda, ERE, y ya se sabe que igual que "se empieza por los porros y se acaba en la drogaína", se empieza por los EREs y se acaba con despidos o encontrándote la puerta cerrada una mañana y un cartel de "Se vende pabellón". Es mejor prepararse para lo peor. Eso o que compréis coches nuevos para impulsar el necesitado sector de la automoción. Cómprate un coche y pásalo, si cada uno de vosotros, mis 6 ó 7 lectores, lo hacéis y pasáis el mensaje a otras 10 personas de vuestro entorno, además de libraros de muchos males como que venga otro huracán y derribe un olmo centenario sobre vuestras cabezas o que la lámpara de vuestra habitación caiga sobre vosotros en pleno sueño decapitandoos, revitalizaréis la economía mundial y os sentiréis tan a gusto en vuestro nuevo papel de salvadores del mundo. Tú puedes ser el Obama que estamos esperando.


Y ahora tengo toda una semana para pensar qué coño escribo de un día tan insulso como el martes.


sábado, 24 de enero de 2009

Igandeak


Los domingos son muy aburridos. Este es el título de una canción aburridísima de Barón Rojo, que no pasará a su olimpo de canciones, y esa es también mi opinión. Son la antesala de la semana laboral y los que somos más de ver la botella medio vacía no vemos lo positivo de que aún es domingo sino que mañana es lunes.


Domingo, las resacas. Domingo, día del Señor. Domingo, pollo. Domingo, paella. Es un día que se presta especialmente a las rápidas asociaciones de ideas, quizás el más propicio para las rutinas.


Yo fuí de los que más tardé, entre mis amiguetes, en dejar de acudir a misa. Lo normal era, y es, hacer la comunión y no volver a pisar la iglesia salvo comuniones de otros, bodas, bautizos y funerales. Sin embargo, yo estuve yendo a misa los domingos y fiestas de guardar quizás hasta los 12-13 años, calculo.


Buena culpa de ello la tenían las entretenidas misas de 11 que organizaban los curas rojillos de la iglesia rojilla de mi rojillo barrio (la de aquel 3 de Marzo, para más señas). Eran misas destinadas a los niños, siempre con una representación teatral de algún pasaje bíblico, protagonizada por los que íbamos a catequesis o grupos de convivencia.


Yo sólo participé una vez en esas representaciones, se exponía el caso de Tomás, Santo Tomás, aquello de "Si no lo veo, no lo creo", el dedo en el costado, etc (Lucas, 20, versículo 26). Papel protagonista, con frase, concretamente con esa frase, pero breve, porque sólo decía eso. Fue un éxito de crítica y público.


Y el caso es que, mientras fui a misa, me parecía divertido, incluso cantaba las canciones. Como anécdota, un día me senté al lado de mi vecina, andaluza, se cantaba "Diez hombres Jesús curóóó.....", ésta no me la sabía y yo canté de oído: "Diez hombres de Zucuróóóó...". Le pregunté luego a mi madre dónde estaba Zucuró (curioso he sido siempre) e indagando, ella, más versada en canciones de misa, me explicó que la canción no era como yo creía.


Ello hace que, más de 20 años después de no pisar las iglesias salvo para admirar su arte o por eventos sociales ineludibles, aún podría cantar muchas de aquellas canciones, no sólo las parodiadas por cuadrillas de borrachuzos, y sepa qué responder a un "Palabra de Dios", "Que la paz sea con todos vosotros" o "Levantemos el corazón".


La continuación de esas misas infantiles, al salir sorteando a los méndigos, acostumbraba a ser la cita con los amigotes que pasaban de honrar al Señor, para ir todos juntos, con las pagas frescas, a dilapidarlas en las tiendas de chuches y en algún salón de máquinas recreativas. Unos jugando y otros mirando, como las partidas de mus que se forman en las tascas de barrio.


Y eso que no empecé con buen pie mi relación con la autoridad celestial. El mismo día de mi primera comunión, que hice bien elegante, por cierto, con mi corbata amarilla, ese día en el que nos proponemos ser buenos y no pecar, yo pequé. La comida fue en la casa del pueblo de mi tío el soltero (por aquel entonces), tras la comida, los primos estuvimos trasteando (yo poco e intentando no pecar) por toda la casa hasta que encontramos, no una revista, sino un libro porno de mi tío, era como una especie de cómic, pero con explícitas viñetas. No debería haberlo mirado, no era el día adecuado, pero claro, uno se engancha a la historia sin querer y tuve que ver cómo acababa.


Uno de esos pequeños placeres domingueros, compartido por varios de mis lectores, seguro, es la reposada lectura del periódico con todos sus suplementos. Tiene algo de extraño ese placer que, al menos para mí, llega a su cúlmen cuando aún estoy leyendo la contraportada (por donde empiezo yo, y muchos, El Correo), anticipando lo que me queda por disfrutar. Y es extraño porque no siento eso mismo cualquier día entre semana, donde sólo leo periódicos por cierta necesidad auto-impuesta de estar informado. Cierto es que los domingos los hacen más entretenidos. Supongo que también es la unión de sofá, no currar, no madrugar, hogar, periódico.....


Los domingos también tienen que ir asociados al fútbol, irremediablemente, y es que, para los que somos algo, sólo algo, furboleros, los domingos sin partidos de liga son aún más aburridos. Pues aunque quizás hoy estoy echando por tierra parte de mi imagen con esto de contar lo bien que me lo pasaba en misa, lo remataré contando que me gusta oír el Carruselllllllllllllllllllllllllllll Deportivooooooooo. Sé que, en este caso, contaré con el apoyo de La Negra, otra carruselera confesa en alguno de sus posts. En fútbol, pa quien no lo sepa, soy muy del Athletic, el único equipo de fútbol en el que aún queda algo de romanticismo y que amaña sólo un partido cada 100 años.


En la última visita de Api a su terruño, ya le contamos que los domingos a la tarde no son lo que eran. Antaño eran éstas unas horas con los bares repletos de gente, multitud de paseantes por el tontódromo de la calle Dato, la gente ávida de conocer los resultados futbolísticos, publicados en hojas que se distribuían en algunos bares o escritos en pizarras que había en otros. Nada de eso queda ya, salvo esa hoja, a la que pocos prestan atención, y que se empeñan en seguir publicando. Los domingos a la tarde, lo más normal es que los bares no abran sus puertas, aportando aún más desolación a la sensación general. Y ya si hace un frío de 3 pares de cojones y cae una fina lluvia, ni te cuento.


Hasta hace unas semanas, sólo quedaba el consuelo de que, a la noche, echaban Aida. Ya, ni eso.

sábado, 17 de enero de 2009

Larunbatak


Los sábados suelen empezar bien, por doble motivo, el no madrugar es uno de ellos. El "mañanero" es otro. Ante las tardías horas, en general, a las que me levanto, desayuno poco pero exquisito, que para eso es sábado.


Suele ser, junto al domingo como es lógico, el día que aprovecho para ir al monte, una de mis grandes aficiones. Ya andaré por las 100 cumbres, pero no acabo de despegar de los montes de mi provincia y cercanías, así ya he empezado a repetir cimas utilizando otras rutas. Algún día empezaré quizás a salir del güebo y moverme por Pirineos (Piris en pijo mendizale) o Picos de Europa (Pikos en pijo mendizale).


Y otra circunstancia típica del sábado, más que de los domingos últimamente, es la de comer en casa de los padres, lo que suele ir asociado a comer muy bien y abundante, puesto que las madres llevan un gen incorporado que siempre les hará pensar que sus hijos comemos mal y poco en nuestras casas, hasta bordear la desnutrición, y tienden a reequilibrar así nuestras vitaminas y minerales.


Eso hace que los sábados y domingos al mediodía sobren aparcamientos en los nuevos barrios residenciales como en el que yo vivo y sea imposible aparcar en los envejecidos barrios donde vivíamos. También se ven muchos individuos como yo, trasegando bolsas con tupperwares, tarros y otros, entre casa y casa.


Creo que no he contado nunca en mi blog que hace unos 2 años sufrí un pequeño (creo) trauma al desmantelar mis padres mi habitación de toda la vida, reamueblarla y ocuparla ellos. De modo que ya no existe mi habitación y me cedieron la suya, reubicando aquí mis muebles. Entenderéis que no es lo mismo, que me han despojado de mi infancia y juventú, así de un plumazo. Me consultaron en su momento sobre el cambio, obviamente, les dije que hicieran lo que quisieran en su casa. Pero sí, jode.


Y del sábado ha destacado siempre la noche, el saturday night, la ra la ra la ra la rá, be my baby. Han sido muchos los disfrutados, algunos los sufridos, otros tantos con sabor a fracaso. Muchas noches regadas con alcohol, la única droga que he consumido en mi vida, por cierto. Algunos se sorprenden de las toñas que me he llegado a agarrar sólo a base de cerveza, pero lo cierto es que, salvo que haya una cena de por medio, es casi lo único que bebo. Mi teoría era que la cerveza no deja resaca, pero son varias las ocasiones en que esa teoría se ha derrumbado. No siempre ha sido así, desde luego, ha habido épocas, la del kalimotxo (abandonado por sus escatológicas consecuencias posteriores y ese dolor de cabeza), la de los gin-kases (muy destroyer), la de las txoperas de tinto o clarete (esos rallys de Kutxi eran matadores), la de los kinitos con claro con gas, etc.


El kinito merece párrafo aparte, hará más de 8 años que no juego un kinito, calculo. Ese juego en el que quien pierde, bebe. Esa frase fue la que pronunció un veterano escocés que se nos ajuntaba a veces, "este juego es maravilloso, quien pierde, bebe" (pronúnciese con acento escocés). Siempre había estrategias, alianzas para cocer a uno u otro, el dejarse perder si se tenía una buena racha, o mala según se mire, porque eso de pagar y no beber... Al final, una manera de socializar el bebercio y hacerlo más lúdico aún. En nuestra cuadrilla tenemos pendiente entrar un día a echar un kinito al bar donde íbamos antaño, aún no ha coincidido que estuviéramos tan cuezos y pasáramos por allí para atrevernos a hacerlo, pienso que sería como volver al aula donde estudiamos EGB, con las rodillas golpeando los pupitres.


Habría un listado enorme de anécdotas sobre noches locas de sábados, pero me da cierta pereza pensar en ellas y seleccionarlas, así que no aburriré con ellas. Sólo comentaré que hay una cosa que me jode mucho: no acordarme de lo que sucedió la noche anterior, y son demasiadas las ocasiones en que eso ha sucedido. Ya aprenderé a moderarme, cuando sea mayor.

sábado, 3 de enero de 2009

Ostiralak


Los viernes es el día que menos me cuesta levantarme, a pesar del madrugón. En general, soy de naturaleza dormilona y, en un auténtico alarde de optimismo y de ver la botella medio llena, la fuerza que me permite levantarme a las mañanas sin patear las paredes o estrellar la taza de la leche contra el suelo es tomar conciencia de que, sólo unas 16 horas después, se repetirá el ciclo del sueño, empezándolo desde el mejor momento además.


Pero los viernes tienen el aliciente de saber que el próximo ciclo de sueño será aún más largo. Y suelen ser, por lo general, días tranquilos en mi trabajo. En mi anterior trabajo, teníamos los viernes tarde libres, no así donde trabajo actualmente, pero en todo caso es como si fueran horas vacacionales debido a la tranquilidad y falta de control que se respiran.


Otra peculiaridad del último día laborable en el entorno laboral es que la gente está más caliente que el asfalto y si, ya de por sí, somos gente muy dada a hablar de cochinadas, ese día nos salimos y, casi siempre, las conversaciones giran en torno a Eso. Es una constante de los viernes.


Hoy en día, los viernes se han convertido en mi día de salir, más que cualquier otro. Eso no quiere decir que salga la mayoría de los viernes, no es así, sino que la mayoría de los días que salgo de fiesta lo hago en viernes. Ello se debe a que en nuestra cuadrilla, corta de por sí, los sábados hay bajas casi fijas y además alguno de ellos aborrece de los, presuntamente saturados de gente, sábados.


Los viernes también han sido, tradicionalmente, el día más golfillo en la programación televisiva, antes de que en algunos misteriosos canales emitan porno todas las noches en 3 mini-pantallas simultáneamente. Los que no disfrutábamos de parabólicas ni de canal plus, nos tuvimos que conformar con algunas películas pseudo-eróticas que se emitían en tve o en algunas privadas, más tarde en canales locales; en ocasiones, en dura competencia con mi padre, por ver quien se acostaba más tarde.


Lo de las pelis de canal plus, codificadas, era caso aparte. Circularon varias leyendas urbanas acerca de trucos caseros para que la imaginación diera paso a la realidad y ver así con más nitidez las películas codificadas. Entre ellas, ver la tele a través de la camiseta o verla con ojos achinados. No sé si funcionaban o no, por quién me habéis tomado....


Y como ya dije, el viernes acaba con uno de esos pequeños placeres que hacen más llevadera la vida: sentado en la cama, ver pasar las horas según cambias la hora de alarma del despertador para la mañana siguiente. El segundo momento más placentero del día. O de la noche.


Como banda sonora de este post, podéis escuchar (con una calidad dudosa) y ver este video en directo de los inconmesurables Doctor Deseo. Por ahí cerca, estaba yo. Mágica noche de Viernes. http://www.youtube.com/watch?v=a1HDbh3PnIM