Ya en su época de jugador era una persona que me resultaba especialmente atractiva, en casi todas sus facetas. Me parece un tío especialmente guapo, increíblemente atractivo y, en oposición a la mayoría de los futbolistas, simpático, cercano, culto, inteligente, etc. Un sol. Si la vida me hubiera llevado por otros caminos, diría que sería mi hombre y me lo pediría en matrimonio o como le quieran llamar los peperos.
Este año volvió a las primeras páginas cuando fue elegido como entrenador del Barça, empezó con mal pie al perder su primer partido con un recién ascendido, pero ya sabéis como ha acabado la temporada. Exito absoluto.
Evidentemente, los años también han pasado por él, haciendo que su alopecia sea más notoria, pero también le han dado serenidad y aún más prestancia en su carácter. Un tío muy interesante.
Así que además de todos los halagos que le he lanzado ya, es un profesional como la copa de un pino. Que ha llevado su idea del fútbol hasta las últimas consecuencias y que nos ha hecho gozar de partidos de fútbol-espectáculo deliciosos. Es todo un acto de justicia que el que juega arriesgando, con la motivación de divertir al espectador, se lleve todos los títulos, aunque me jodiera el de la Copa.
En la final de la Champions, Guardiola protagonizó una escena que me hizo admirarle aún más. Cuando sus jugadores iniciaban la vuelta de honor con la copa, se hizo evidente que se retiró unos metros, para verles con perspectiva y Antena 3 emitió una escena en la que se veía en primer plano a los jugadores y, al fondo, un Pep Guardiola sonriente, feliz, quitándose protagonismo y disfrutando al ver disfrutar a sus chicos. Ahí es cuando pasé de la admiración al amor.
Y a mi novia también le encanta, así que cualquier día le proponemos algo.