viernes, 27 de febrero de 2009

1936-1939


Las historias de la Guerra Civil suelen ser garantía de éxito literario y, casi siempre, de éxito de ventas. Ya se trate de libros escritos desde la historia real o se trate de revisionistas como los Moa, Vidal, FederiCo, y compañía. Yo, recientemente, conocí dos historias de la guerra relacionadas con mi familia, historias que me parecieron muy buenas y que paso a relatar.


Mis dos abuelos pelearon en el bando fascista, uno convencido, el requeté alavés, y otro obligado por vivir en zona azul, el rojo riojano. En el caso del alavés, le tocó guerrear en alguna de las batallas más sonadas, incluyendo la del Ebro. El riojano se mantuvo más bien en la retaguardia, elaborando correajes y herramientas varias para el ejército sublevado.


La primera historia hace referencia a mi abuelo "político", es decir, el abuelo de mi novia. Mi "suegro" siempre repite que a su padre le mataron los fascistas en La Pedraja, una frase machacona más de las muchas que repite contínuamente desde su demencia senil. Hace unas semanas, el ayuntamiento de la localidad burgalesa de donde procede, ahora gobernado por el PSOE, editó una revista local donde se publicó un interesante artículo sobre los represaliados del pueblo.


Gracias a esta revista nos enteramos de que sí, efectivamente, a su padre le mataron los fascistas en La Pedraja, donde hay un sencillo monumento en memoria de todos los que allí fueron fusilados. La razón oficial para su asesinato era que no iba a misa, al parecer no tenía militancia política destacada, pero no cumplir con las obligaciones dominicales parecía ser motivo suficiente en esos tiempos, y más si iba acompañado de odios personales por un quítame allá esos lindes de mi terreno.


La peculiaridad de la historia, hasta ahora una más, fue que, mientras cavaba su propia tumba obligado por sus futuros ejecutores, dio un certero golpe de pala a uno de ellos en la cabeza, provocando su muerte. Murió matando.


La segunda historia fue protagonizada por un familiar, no se en qué grado, de mi abuelo paterno, el riojano. Este joven vivía en una localidad de la Rioja alavesa y su novia trabajaba de chacha (supongo que entonces no se utilizaba lo de "empleada del hogar"), en V-G. Su novia era analfabeta y cada vez que recibía cartas de su novio se las llevaba a otras personas para que se las leyera. En una de esas cartas, le decía a su novia, en plena guerra civil, que pronto las cosas tornarán y les daremos matarile a todos esos ricos como tu señorito.


Quiso la mala suerte que la novia ese día no encontrara mejor lector de la carta que su propio señorito, así que el ricachón leyó la carta donde éste le ponía en su punto de mira en el futuro cambio de situación, que nunca se produjo. Sobra decir que el joven fue fusilado al día siguiente.


Ante historias tan completas como, sobre todo, ésta última, siempre me pongo un poco a la defensiva porque pueden esconder una leyenda urbana mil veces versionada, pero me aseguran que es real. Si no lo es, es una buena historia, en todo caso.

martes, 10 de febrero de 2009

Peluca modelo "gato caído de azotea sobre cabeza"


Hoy he visto un ejemplar de acomplejado muy pero que muy cutre. Tanto que dudo si lo que he visto realmente era una peluca tan mal puesta o un pelo muy mal cortado, pero apostaría un brazo a que se trataba de lo primero.


Hay calvos tan bellos y/o interesantes, me parece realmente lamentable calzarse una peluca, quizás haya casos especiales de pérdida de pelo desordenada y poco estética, por enfermedades en mujeres, etc., pero siempre supondrá mejor solución, considero, cortar con gusto el poco pelo que te quede hasta alcanzar una digna y sexy calvicie, que la opción de mostrar la evidencia de que te estás quedando sin pelo y además estás acomplejado por ello.


El sujeto en cuestión iba trajeado, no tendría más alla de 40 años, y aparentaba trabajar en labores comerciales o similar. Por tanto, supongo que pensará que aquello que vende se vende mejor con una mejor apariencia, un aspecto más juvenil, o lo que sea. Creo que su postura es absolutamente errónea y que lo que transmite realmente es inseguridad y complejo de inferioridad, valores que yo no estimaría precisamente en un comercial.


Es fácil hablar de problemas ajenos, de momento ajenos, aunque hay cabrones que apuntan a mi nido o lehendakaritza (dícese de la coronilla, ejemplarmente llevada por nuestro señor lehendakari a quien dios y los electores guarden muchos años, al menos 4 más), ciertamente llamativo en algunas fotos traicioneras que he tenido ocasión de ver, pero estable con los años. Pero, en todo caso, creo que esa es una característica más o menos estable de cada persona, la aceptación del paso del tiempo, la estimación justa del aspecto físico propio o ajeno,..., y que no caeré nunca en esa cutrez. Pero no conviene tampoco decir "de este agua no beberé", "nunca me pondré peluca" o "liposucción?, yo nunca".


Se habla mucho del momento traumático de quitarte la peluca y mostrar tu alopecia galopante o ya instaurada del todo, como hizo Jose María Iñigo, pero yo creo que tiene que ser mucho más traumático ponértela. El momento en que el vecino que ayer se veía reflejado en tu coronilla vea hoy una negra mata de pelo sobre tu cabeza, o que quien bromeaba contigo se dé cuenta de que ha estado tocando un tema sensible durante mucho tiempo hasta tal punto que el calvorota ha optado por esa "solución".


Pobre hombre, un tipo que no conozco de nada, que sólo he visto durante 5 segundos desde mi coche parado en el semáforo, mientras pasaba rápidamente por la acera y aquí está, protagonizando mi post, sin comerlo ni beberlo. Protagonista de mi blog y él sin saberlo.

Asteazkenak (aste azkena)


El miércoles tiene la extraña denominación de asteazkena en euskera, literalmente significaría el final de la semana, según el curioso modo de denominar a los días de la semana en este extraño y ancestral idioma. También será el final de mi serial, así que se adapta perfectamente a las circunstancias.


Me he dado cuenta ahora de que el miércoles no destaca por nada especial. Era el día elegido, hasta ahora que entraremos en ERE, para juntarnos a comer los del curro, las 2 mejores horas de la semana laboral, en lo que a entorno laboral se refiere. Hemos conseguido hablar muy poco del curro; ha habido días, pocos, que casi no hablamos de sexo, El Tema.


E hilando muy fino, aprovecho para contar un caso. En todas las organizaciones (esa forma moderna de llamar a las empresas) hay uno o más indeseables. En la nuestra hay 2, desde mi punto de vista, una de ellas, porque es unA, especialmente. Llegó hace un año a la empresa, está mal juzgar a alguien por su apariencia, pero ésta apuntaba maneras, malas maneras, sin llegar a conocerle aún.


Y las sospechas se vieron confirmadas, pronto destacó como pedante, insoportable, faltona y subidita, (para mis ex-compis de fau: una O'Sea pero en menos pijo). La primera semana le dimos una oportunidad y le invitamos a la comida de los miércoles, ya para la segunda había hecho alarde de sus modos, así que hubo división entre los comensales. Menuda polémica, fue feo decirle que no o escaquearnos en sucesivos miércoles, pero estas cosas tienen que ser naturales y si nos viéramos obligados a acoger en nuestra mesa a alguien que nos cae mal, sólo por ser compañero de trabajo, estas comidas perderían su esencia natural.


Es tan insoportable que, ahora que se está empezando a cortar cabezas, estamos deseando que llegue a la suya, creo que nunca había tenido este deseo tan vil, pero hasta ese punto ha llegado. Y más cuando se da el caso de que han empezado a prescindir de eventuales bastante más válidos y sociables que esta eventual, y cuando se dan los agravantes de que es la que más tiempo pasa en internet, la que más baja a fumar, la que más llamadas personales hace en horas de trabajo y la que más la caga. Sólo nos queda por saber el grado de parentesco con el señor gerente o cuánto dinero le debe éste a su padre.


La palabra «miércoles» en España y en varios países de Latinoamérica puede utilizarse además como exclamación por un accidente que requiere de una rápida reacción; por ejemplo, alguien tropieza mientras sube una escalera y grita ¡miércoles! En la mayoría de los casos esta exclamación es de uso anticuado, o bien para evitar decir «¡mierda!». A veces, cuando se le da este uso, se sustituye la o por una a para formar la palabra "miércales". (extracto de la Wikipedia). Déjense de estos eufemismos, un "mierda" nunca podrá verse sustituído por un "miércoles", "córcholis" o "cáspitas", no me sean finos, mucho mejor aún el "mierda puta". Ya dije en un post que soy un gran defensor de los desahogos físicos (golpear objetos), también lo soy de los verbales.


El miércoles de ceniza no tiene mucho tema...., los miércoles futboleros de la Champions League tampoco...., será mejor cerrar definitivamente la serie.


Y digo yo que sobre el miércoles, algo tendrá que decir Miércoles, si se siente aludida, yo no tengo más que añadir.

sábado, 7 de febrero de 2009

Astearteak


Llegó mi peor día, el martes, el día insulso por naturaleza, el día en el que lo único interesante que sucede es que La Negra liga (léase el comentario del post anterior), ahora sólo falta que además culmine. Perdón por la intromisión en su intimidad, o tómelo como una promoción.


Dicho ello, explicaré que es el peor día para mí por lo que tiene de conjunción de 2 factores, no tiene la sensación de descanso de los lunes, un día de rodaje, y aún queda más de la mitad de la semana laboral.


También es del que menos cosas tengo por decir. Pensando entre sesión de estudio y sesión de estudio, algunas cositas se me han ocurrido, pero apostaría que no será un post memorable.


Los martes eran, normalmente, el día de las actividades extraescolares, no sé por qué, pero me viene a la mente lo de martes y jueves-entrenamiento, o inglés, o catequesis, o lo que fuere. Mis actividades extraescolares no fueron muy numerosas, como lo son ahora las de cualquier infante que se precie, casi se limitan a esas que he destacado ya.


Mi fuerte no han sido los deportes, lo intenté con el futbito en el colegio, pero me desmotivaron. Por esas edades, yo debía de ser un poco inflexible y cuando me decían que yo era defensa y mi misión era que no pasaran los contrarios, yo intentaba ser eficaz en esa misión, sin subir para nada al área contraria, incluso sentándome en mi área si tardaban en acercarse. Eso no debió de gustar al entrenador y acabó sacándome muy poco en los partidos, al final, cuando todo estaba ya ganado o perdido (más bien esto, creo que sólo ganamos un partido), haciendo que perdiera motivación. En mi curriculum, una gran jugada en el colegio San Ignacio que no acabó en gol por poco y de la que aún recuerdo los gritos de ánimo de entrenador, padres y espectadores, pero ningún gol en mi haber. Algún balonazo en la oreja con esos balones durísimos, amarillos y punteados, en pleno invierno, acabó por quitarme la afición.


Luego lo intenté con el arbitraje, y eso se me dió mejor, arbitraba partidos de competición interna del colegio, y no lo hacía mal, porque me dieron un trofeo al mejor árbitro, aunque en algún partido también me dieron alguna colleja que otra, esos de 8º, siempre tan abusones...


También estudié inglés antes de que lo tuviéramos como asignatura a partir de 6º, una rareza por aquel entonces, mis padres fueron visionarios apuntándome. Eran clases a las tardes, en el mismo colegio, y si las recuerdo tan vivamente es porque yo, y casi todos los alumnos, estábamos perdidamente enamorados de la profesora y porque, después de las clases, muchos días nos dedicábamos a llenar el patio del colegio de pintadas con tiza. El día que cubrimos casi la mitad del patio con enormes mensajes, unos más groseros que otros, los profesores perdieron la paciencia y nosotros, que nos creíamos inmunes en nuestro anonimato, fuimos descubiertos. El castigo fue comprar un montón de tizas, podía haber sido peor, nos podían haber hecho limpiar todo el patio.


En cuanto a la catequesis, también recuerdo un caso de enamoramiento hacia una catequista, Belinda, sólo su nombre evoca belleza, ¿verdad?. Aún le recuerdo curándome una herida en la rodilla, que me hice en una de las salidas, no me escoció ni nada. Esa fue la excepción, la mayoría de los años nos tocaban catequistas viejunas y más bien aburridas. La otra excepción fue en 6º de EGB, ya no se llamaba catequesis sino grupos de convivencia de la parroquia, y los monitores eran una pareja extremadamente politizada que un día nos trajeron a Mario Onaindia (antes de ser sociata) para que nos diera una charla anti-OTAN, y eso que no teníamos derecho a voto.


El martes también me evoca al carnaval, por aquello del martes de Carnaval, entierro de la sardina y todo eso. Hace años ya que no me disfrazo, pero antes siempre lo hacía, con mayor o menor éxito. Dejando a un lado los varios años en que tuve que acudir al armario de mi madre a última hora del sábado, para ponerme ropajes extraños de los años 70, destacaría especialmente el año que salimos en pijama, con uno comprado para la ocasión en El corte inglés, un pijama de abuelos, de cuerpo entero, con gran dolor en la cojonera durante toda la noche en mi caso, no había de mi talla. Lo peor de esas jornadas de carnaval era, sin duda, cuando había que volver sólo a casa, después de haberme perdido voluntaria o involuntariamente (en la era "sin móvil", a veces pasaban estas cosas), ya medio sobrio, amanecido el día, en pijama. También tuvo mucho éxito el disfraz de sevillana con barba, la barba era natural, jamás me tocaron tantas veces el culo, el paquete y las falsas tetas.


Televisivamente hablando, ahora el martes es el día de ver Aída y que me graben House. Ciertamente, House me cansa ya, y siempre que veo el capítulo grabado suelo leer el periódico a la vez, con lo que me pierdo un poco con el argumento, pero me sigue agradando el estilo. Es una serie que sigo más por las formas que por el fondo. Y porque algún día, será lupus.