Sin ánimo de ofender. Este era el título de una obra de teatro pergeñada por el entorno del TMEO, cuya sinopsis consistía en una hipotética, y por entonces improbable, final del Mundial de fútbol que enfrentaba a España y Brasil, durante la cual, al estar toda esa gente viendo el partido, una serie de personajes cometían diversas tropelías en las vacías calles de una ciudad.
Entonces la hipótesis resultaba cómica por sí misma pero vaya por dónde que ha llegado, en lugar de contra los amarillos contra los naranjas y así, este domingo a eso de las 20:30, una cifra aproximada a esos 30 millones, entre los que habrá una determinada proporción de gilipollas, estarán pegados a sus televisores en hogares, bares y pantallas gigantes.
Y yo seré uno de esos 30 millones, sin duda. Desapasionadamente, debo decir, pero ahí estaré. Si juegan como ayer, la roja merece ganar. Sólo espero que el subidón de la victoria, por la que apostaría, no haga olvidar los pequeños problemillas que acucian el país, las leyes-bomba que nos han impuesto, las millonadas que se llevarán como plus esos humildes trabajadores cuya principal motivación debería ser simplemente dar ese alegrón a los 30 millones citados, etc.
Qué lo disfrutéis los que lo disfrutéis.