domingo, 17 de febrero de 2008

Nos hacemos mayores


Ya no tendría sentido sentarse a echar un kinito. De hecho, el bar donde lo jugábamos, todavía en activo y, a veces, con kiniteros de nuestra edad por cierto, tiene unas mesas y taburetes que ahora nos parecen tan ridículamente pequeñas como los pupitres de la EGB. Y eso que no habremos crecido demasiado desde nuestra retirada de esa forma de ocio, pero la percepción juega estas pasadas y ahora nos parecen enanas. Como curiosidad, parece que el precio de las jarras de kalimotxo y cerveza es de los pocos que no se ha visto afectado por la inflación, pues sigue siendo el mismo e incluso veo ofertas mejores a las que había antaño.


Igualmente, hace mucho que no se me ocurre llevar el jersey atado a la cintura. Parece que está fuera de lugar ya, con lo práctico que era. Tampoco he llegado al otro extremo, a modo de jelkide (PNVero, para no iniciados), de llevarlo por los hombros y unidas las mangas por la pechera. Me limito a llevarlo en la mano, o sobre un solo hombro.


Y lo peor de todo, hace ya unos años que me compro paraguas, lo pongo como acción repetitiva porque aquí los paraguas, cuando no tenemos esta asquerosa sequía, duran más bien pocos asaltos ventosos, y menos los comprados en los chinos. De joven, si llovía, uno se mojaba y punto. Pero lo del paraguas ya marca, esa estampa mía con el paraguas negro en la mano todavía me choca a mí mismo.


Supongo que algo tendrá que ver en este arrebato nostálgico el hecho de que ayer estuve viendo un concierto de Barón Rojo, grupo que ya escuchaba hace más de 20 años en esas cassetes míticas. Sonaron todas, "Los rockeros van al infierno", "Resistiré", "Larga vida al rock and roll", "Cuerdas de acero", "El barón vuela sobre Inglaterra", "Hijos de Caín" y ese emocionante final del "Siempre estás allí". Como escarpias. Cuántas calvas moviéndose al ritmo de los punteos, cuántos cuernos al aire de treintañeros y más allá. Por cierto, comentaré, para los ex-, que allí estaban también como ejemplos de alopécicos o pre-alopécicos nostálgicos: Jon-bailongo y Txoripan (por separado).


Y Api se rajó.




3 comentarios:

Anónimo dijo...

Aupa majo, arriba del todo, sobre el fondo azul, pone algo, no? Justo encima de lo de SE SUFRE..., Por curiosidad.

EHHQR

Api dijo...

Sí, me rajé. Anduve entregada al bello arte de pasear al sobrinazgo.
Pero ese "Hijos de Caín" por si solo habría compensado los quince euracos. Lástima.

LaNegra dijo...

Api, espero que fuera el sobrinazgo y no los 15 euracos lo que te echara para atrás, porque, el precio de los conciertos de Barón Rojo, junto con los de (el gran) Rosendo Mercado y los cachis (que digo yo) o katxis (que decís vosotros) de calimocho (o kalimotxo) que comenta Federeriko son lo único que se mantiene inalterable a lo largo de los años.

Respecto al resto... me he dado cuenta de lo valiente que se siente una cuando juega fuera. Iba a deciros eso de, ¿cómo que quinito (kinito), no? La próxima vez que vaya a Siberia Gasteiz, nos echamos uno. Pero justo ahí he recordado a una amiga de la infancia, que emigró a Alemania por amor hace casi 15 años, y que cuando volvía al pueblo de vacaciones siempre decía lo mismo: "¿vamos a echar un quinito, no?". El resto la mirábamos con cara de... "¿calimocho, yo, ahora, ahí?", pero aceptábamos a regañadientes, porque a la pobre, le hacía ilu. Pero el cuento le duró dos años, a lo sumo tres, al cuarto yo le expliqué que estaba mayor, y que ahora bebía ron, que el calimocho ya, sólo en fiestas patronales (como sabéis).

Yo tampoco me mojo como antes, y - esto es muy de chica - ahora llevo bolso también cuando salgo (antes jamás). En mi defensa sólo añadiré una cosa: sigo llevando el jersey a la cintura sin problema.