sábado, 3 de enero de 2009

Ostiralak


Los viernes es el día que menos me cuesta levantarme, a pesar del madrugón. En general, soy de naturaleza dormilona y, en un auténtico alarde de optimismo y de ver la botella medio llena, la fuerza que me permite levantarme a las mañanas sin patear las paredes o estrellar la taza de la leche contra el suelo es tomar conciencia de que, sólo unas 16 horas después, se repetirá el ciclo del sueño, empezándolo desde el mejor momento además.


Pero los viernes tienen el aliciente de saber que el próximo ciclo de sueño será aún más largo. Y suelen ser, por lo general, días tranquilos en mi trabajo. En mi anterior trabajo, teníamos los viernes tarde libres, no así donde trabajo actualmente, pero en todo caso es como si fueran horas vacacionales debido a la tranquilidad y falta de control que se respiran.


Otra peculiaridad del último día laborable en el entorno laboral es que la gente está más caliente que el asfalto y si, ya de por sí, somos gente muy dada a hablar de cochinadas, ese día nos salimos y, casi siempre, las conversaciones giran en torno a Eso. Es una constante de los viernes.


Hoy en día, los viernes se han convertido en mi día de salir, más que cualquier otro. Eso no quiere decir que salga la mayoría de los viernes, no es así, sino que la mayoría de los días que salgo de fiesta lo hago en viernes. Ello se debe a que en nuestra cuadrilla, corta de por sí, los sábados hay bajas casi fijas y además alguno de ellos aborrece de los, presuntamente saturados de gente, sábados.


Los viernes también han sido, tradicionalmente, el día más golfillo en la programación televisiva, antes de que en algunos misteriosos canales emitan porno todas las noches en 3 mini-pantallas simultáneamente. Los que no disfrutábamos de parabólicas ni de canal plus, nos tuvimos que conformar con algunas películas pseudo-eróticas que se emitían en tve o en algunas privadas, más tarde en canales locales; en ocasiones, en dura competencia con mi padre, por ver quien se acostaba más tarde.


Lo de las pelis de canal plus, codificadas, era caso aparte. Circularon varias leyendas urbanas acerca de trucos caseros para que la imaginación diera paso a la realidad y ver así con más nitidez las películas codificadas. Entre ellas, ver la tele a través de la camiseta o verla con ojos achinados. No sé si funcionaban o no, por quién me habéis tomado....


Y como ya dije, el viernes acaba con uno de esos pequeños placeres que hacen más llevadera la vida: sentado en la cama, ver pasar las horas según cambias la hora de alarma del despertador para la mañana siguiente. El segundo momento más placentero del día. O de la noche.


Como banda sonora de este post, podéis escuchar (con una calidad dudosa) y ver este video en directo de los inconmesurables Doctor Deseo. Por ahí cerca, estaba yo. Mágica noche de Viernes. http://www.youtube.com/watch?v=a1HDbh3PnIM

1 comentario:

LaNegra dijo...

Fíjate... yo, uno de esos pequeños placeres de la vida, últimamente soy super fan de las mañanas de los sábados. Me despierto por mi misma a eso de las diez y, entre esa hora y las doce, me quedo acurrucada en la cama escuchando la radio. Algunos días vuelvo a dormirme, otros no, depende de los invitados, pero... esas dos horitas para luego levantarme a desayunar y leer el periódico online son algunas veces lo mejor de la semana.