jueves, 23 de abril de 2009

No sin mi sostén


Espoleado por el rasguñador, unas breves líneas para retomar las buenas costumbres.


Efectivamente, en Semana Santa/Vacaciones de Primavera estuve en París, pero contar cosas estándar de París para un público entre el que se encuentra una impenitente viajera para la cual ir a París es como ir a Chinchón, no procede.


Así que destacaré curiosidades como que ví a más de una cuadrilla haciendo botellón con copas de cristal y vino que parecía bueno; que los jardines próximos al Louvre, al anochecer, se convierten en zona de cancaneo gay; que al contestar "vascos" a la pregunta de los negros vendedores de pequeñas torres eiffel ("italianos?, españoles?,...?"), no nos situaban en el mapa; que es inevitable mirar con cierta atención el pene de las estatuas griegas del Louvre y que algunas lo hacen con cierto azoramiento; que en la Grecia clásica la tenían pequeña, si tan maestros eran de la proporcionalidad y no parecían ser especialmente recatados como para pensar que intentaran disimular la zona haciéndola pequeña; que el Louvre provoca hastío por lo sobrecargado de sus paredes; que no entiendo porque todo el mundo se hace una foto en el patio de dicho museo con el brazo extendido (creo que para que parezca que tienen la pirámide bajo su mano); que el gusto con que iluminan el patrimonio monumental de la ciudad a la noche es incomparable; que es una ciudad ciertamente propensa al romanticismo a pesar de los miles de borregos siguiendo a una guía con paraguas con los que te cruzas; que Montmartre es un barrio verdaderamente precioso; que el atrevimiento de los graffiteros parisinos es enorme y parece que hace tiempo tienen como objetivo las azoteas de las casas; que tienen una exposición en Les Invalides sobre su intervención en las dos guerras mundiales con la que dan ganas de hacerse francés (en el caso de la segunda guerra, de la parte francesa no colaboracionista); que estoy seguro de que la foto que más ilusión le hará a mi madre es la de la puerta giratoria del Ritz donde se tomaron las últimas imágenes con vida a LadyDi; que Eurodisney sería aún más maravilloso si no hubiera tanta competencia de niños queriéndose montar en todo, ya te montarás cuando seas mayor, hombre....


El último día de nuestra estancia en París, a las 7 de la mañana, sonó la alarma de fuego en el hotel. Un sonido estridente y molesto a más no poder. Afortunadamente, estábamos ya despiertos porque nos íbamos del hotel pronto. Cuando la alarma salta en mi empresa, ya ni pestañeamos, han sido tantas las falsas alarmas, lo cual demuestra lo absurdo de la inversión, obligación legal supongo. Pero en un hotel desconocido no parecía prudente tomarlo como una falsa alarma sin conocimiento de causa, tampoco teníamos visión de todo el hotel desde nuestra habitación y lo lógico y prudente era hacer caso a la señal.


La situación fue la típica de momentos de pánico, moderado pánico, bien es cierto. Los huéspedes nos asomábamos al pasillo despeinados, en calzoncillos, en pijama, nos mirábamos los unos a los otros y esperábamos a que alguien tomara la iniciativa, cualquier iniciativa. Al final la tomé yo, le dije a mi novia que se vistiera rápido y con lo mínimo (en ese momento, llevaba una escueta toalla tras salir de la ducha) y que nos bajábamos. A mí me pareció serio, las puertas cortafuegos del pasillo se habían cerrado automáticamente, el sonido era desquiciante, no lo paraban, así que desalojamos. Otra pareja que en ese momento estaba en el pasillo, también bajó con nosotros, pocas veces se habrá bajado una escalera de caracol (de emergencia) tan rápido.


Pues que razón tiene el cuento del pastor mentiroso y el lobo, algún día sucederá un incendio real y se carbonizarán todos. Creo que fuimos unos 10 sólamente, estando el hotel completito, los que nos encontramos en la recepción al volver a entrar de la calle, así despeinados, con camisas a medio abrochar y algunas pantuflas. Por lo demás, la alarma había dejado de sonar ya, y la tranquilidad y sonrisas del personal del hotel eran la norma general.


Aparte de lo lamentable de la situación, aunque no sé hasta qué punto fue una falsa alarma o un pequeño amago de calor/acumulación de humo en alguna zona del hotel, lo que me pareció más reseñable, y fue algo de lo que me dí cuenta horas después, es que entre la ropa mínima que le había pedido a mi novia que se pusiera para poder salir, ella invirtió un tiempo en ponerse el sujetador. Que así a primera vista no me parece una prenda imprescindible para esperar con decoro a los bomberos y hacer declaraciones a la TF1 cuando nos pregunten donde estábamos cuando se desató el incendio. Pero se vé que sí.

2 comentarios:

LaNegra dijo...

jajajaja
Puede que, efectivamente para recibir a los bomberos y hacer declaraciones en la tele francesa no, pero para correr, créeme, es más cómodo llevar sujetador :-)

pd. tu frase a París como a Chinchón me ha dado que pensar... porque nunca he estado en Chinchón...

Anónimo dijo...

Aupa Fede,

Yo tengo ganas de volver a Paris, me han hablado muy bien del museo de la alcantarilla (no es broma). Paris tiene rios y se enfrenta a problemas especificos muy distintos de los que nos encontramos en nuestro pueblo; y aunque de esto de esto no se nada me lo recomiendan fervientemente. Y por lo visto está muy cerquita de la torre grande esa.

(Una vez colega gano unos viajes a Paris en un concurso del MARCA y nos llevo a la cuadrilla a Eurodysney)

Desde muy muy lejos.