sábado, 16 de mayo de 2009

Ni un centimillo


Seguiré mi linea anticlerical de anteriores posts. Esta semana me tocó, por desgracia, asistir a un funeral, se murió mi tío de esa que llaman "una larga enfermedad" aunque, en este caso, fue fulminante, al menos desde el diagnóstico.


Uno espera que todas estas ceremonias litúrgicas sean algo personalizadas y emocionales, sea una boda, bautizo o funeral. Pero fue todo lo contrario, el larguísimo monólogo sobre la llamada de dios, sobre lo bueno que empieza ahora, etc., etc., las frases de costumbre en las que imagino una rayita en el guión y el nombre del difunto escrito a mano. Un pluf. Para más inri, aprovecharon el funeral para dedicarlo a otra reciente difunta, un 2x1, así que cada vez que pronunciaban el nombre de mi tío también pronunciaban el de ella.


Lo que más me quemó es que, utilizando técnicas de marketing dignas de mejor causa, aprovecharon una bella canción del coro para pasar las bolsitas con intención recaudatoria, así sin aviso previo. Las señoronas se miraban de reojo, buscaban en sus monederos con precisión forense las moneditas de las que podían prescindir haciendo que sonara a mucho dinero al caer en la bolsa. Bien claro tengo yo que a la Iglesia católica, en realidad a ninguna, ni un duro, que en propiedades creo que andan sobraditos. Al menos hasta que su jerarquía, local y mundial, deje de estar representada por individuos tan impresentables. Ese afán recaudatorio tan descarado, aprovechando el llenazo de la iglesia con feligreses no habituales me parece muy desafortunado en esas circunstancias.


Otro clásico de los funerales es el morbo que despierta ver a la viuda, los hijos, etc., me temo que hay gente que al no ver rostros desencajados ni vahidos, se puede ver un tanto defraudada. De hecho, ha habido quien, al saber que la viuda, al día siguiente del funeral, se fue a cenar con los amigos siguiendo su costumbre de los viernes, ya le ha sacado cantares.


Luego está lo de los bares próximos a la iglesia, a funeral por día hacen la jornada cuando entramos hijos, sobrinos, cuñados y demás familia a por el zurito, el café o lo que fuera. Que ese es otro clásico, el "vamos a tomar algo, no?" con el que acaba la tertulia a las puertas de la iglesia. Si un día se cumpliera el esquema de "Las intermitencias de la muerte" de Saramago (toque cultureta) y no se muriera nadie, estos bares que rodean a las iglesias las iban a pasar putas.


Por cierto, mi tío era un buen tío, en el doble sentido de la palabra.


1 comentario:

LaNegra dijo...

El tema de la Iglesia y su afán recaudatorio tiene mucha miga.

Siento lo de tu tío, y también que a tu tía le hayan sacado cantares. Si yo la conociese, en cambio, le haría la ola. Esa es la actitud.