jueves, 26 de julio de 2007

HUGO




Empezaré pedante este post. Según la concepción de Piaget de la evolución infantil, la representación del mundo en los niños se caracteriza por 3 "defectos" característicos, el artificialismo (los montes o los ríos son construcciones del hombre, los truenos son ruidos que hacen algunos seres por ahí arriba, etc.), el realismo (les cuesta distinguir pensamiento de realidad, les perturban especialmente sus sueños, creen que los nombres de los objetos y los objetos mismos son una misma cosa) y el animismo (se considera a los objetos como seres vivos y con intencionalidad).




De estos tres rasgos, hay uno que es muy habitual que perdure en la edad adulta, aunque en una fase más madura y racionalizada, el animismo. Todos hemos chillado o incluso insultado al ordenador cuando se bloquea como si lo hiciera por jodernos, por ejemplo. Por no hablar de quienes les cuentan sus problemas a un trozo de madera tallado en forma de virgen. Bueno, pues yo soy uno más y confieso que dejarlo aparcado para siempre y cerrar la puerta de mi corsita por última vez supuso un momento con cierta emoción. Para mí es algo más que un simple apego a un objeto, también me puede dar cierta pena tirar un pantalón viejo, y de hecho me da, pero no, no se trata de lo mismo.




Porque aun sabiendo que mi corsita era sólo una serie de placas de acero pintadas de rojo, cubriendo un motor, unas tuberías, unos cables, unos asientos y montado sobre 4 ruedas, me daba la impresión de que le estaba abandonando sin agradecerle suficientemente lo bien que se ha portado con nosotros. ¿Agradecerle?, ¿a quién?, mejor dicho, ¿a qué?; ¿lo bien que se ha portado?, como si mi corsita hubiera decidido esforzarse por no dejarnos tirados nunca a pesar de lo viejo que era, como si hubiera sido un incansable trabajador al servicio de su amo...




Y sin embargo lo hago, desde la mayor de las irracionalidades digo que me dio pena dejar a mi corsita, y que le agradezco que no nos haya dado nunca un susto serio, que no nos haya expuesto en la carretera, que nos haya permitido viajar de este a oeste de la península y casi de norte a sur. Y espero que los desalmados que acudan al desguace donde descansa ya su sueño eterno le traten con cariño y extirpen sus órganos con el mayor respeto.




Una tapicería horrorosa, un salpicadero feísimo, unos asientos incómodos de narices, una radio que se dejaba de oír fuera de ciudad y que a veces había que presionar para que hicieran contacto los cables y se oyera, que no permitía oír ni cassetes, con dirección resistida. Pero le echaba huevos u ovarios (desconozco su sexo aunque fue bautizado con nombre masculino), le ponía cuidado y protegía a sus dueños respondiendo en los momentos que tuvo que hacerlo.




Una vez leí que las chicas tienen la costumbre de poner nombres a los coches y al miembro de su novio. Mi corsita se llamaba Hugo. Y, siguiendo el más puro estilo batasunni en sus ruedas de prensa, no acepto preguntas en los posibles comentarios. Que os veo venir.




D.E.P.

1 comentario:

LaNegra dijo...

grande Federiko, grande