lunes, 5 de noviembre de 2007

Paradojas de ir de pintxos por Donosti



La primera paradoja se observa en las dificultades que pone el ayuntamiento de Donosti a los visitantes de una ciudad que en buena parte vive de sus visitantes. Imposible encontrar un hueco en la calle donde dejar el coche de prestado durante 2 horas, ahora incluso se implantará la OTA durante domingos y festivos. Casi imposible hallar un hueco en los parkings céntricos, con el agravante de que recorrer el centro de parking completo a parking completo es una pesadísima experiencia en la que se recorre a metro por minuto, continuamente interrumpido por semáforos y dando con ñoñostiarras que se muestran muy poco ñoños cuando te quedas colgado interrumpiendo un cruce. Odón, hazte unos parkings en el extrarradio con su transporte público hacia el centro...


La segunda paradoja, también llamada "morir de éxito", consiste en que lo que en principio es una delicia se convierte en un suplicio debido precisamente a su éxito. Y es que, sin duda, ir de pintxos por lo viejo de Donosti es un placer considerable, muy devaluado en los últimos tiempos por el gentío que se congrega en las barras peleando por llamar la atención del camarero y hacerse un hueco hacia el objetivo pintxero. Stress.


Como tercera paradoja, la sorpresa de que en los bares de Donosti, los camareros tienen carácter andaluz, graciosetes, haciendo bromas, vacilando al personal, demostrando una paciencia infinita. Seguro que no se puede generalizar pero, en mi reciente experiencia, el 100% de los bares eran atendidos por camareros de ese perfil.


La cuarta paradoja es la de aquellos turistas "del estado" enrollados que ya que vienen a Donosti se traen el pañuelo palestino al cuello. Sepan que no está de moda, que el palestino sólo lo llevan los borrokas del vaya semanita y que lo que se lleva en el euskal mozo integrado es la ropa de monte de pies a cabeza aunque no se haya subido nunca ni el Urgull.


Y la quinta y última, en uno de los bares paraíso de la gastronomía en miniatura donostiarra, se dejaban ver de vez en cuando los sufridos cocineros cuando sacaban nuevas provisiones para el hambriento personal. Los cocineros eran chinos. Tócate los güebos.

1 comentario:

LaNegra dijo...

Federiko, de paradoja en paradoja,... la de los chinos me ha parecido sublime.

pd. error!!! el palestino se lleva esta temporada de otoño-invierno, eso sí... para ellas ;)