jueves, 13 de noviembre de 2008

Servidores de la patria


Pensaba el otro día, viendo las imágenes del funeral de estado por los militares muertos en Afganistán, que algo chirría en todo eso. Al margen del drama personal de las familias, son todas esas palabras y ceremonias que suelen rodear estas situaciones las que, en cierto modo, me sublevan.


Sé del extraño gusto de los militares por estos simbólicos actos, su amor infinito a los trapos de colores, a las horrendas músicas militares, etc., y, por tanto, podría entenderse como una despedida ad hoc, a su gusto. Pero tiene algo de injusto, de agravio comparativo. Y es que, yo no entiendo porque un militar muerto en acto de servicio debe tener todas esas prebendas y ser considerado como un servidor a la patria y no así, por ejemplo, un trabajador de carreteras que muere atropellado mientras adecenta una autovía para la patria o el que muere atrapado dentro de un túnel que comunicará por ferrocarril las ciudades diversas de la patria.


Yo, al menos, no he visto en ningún caso que se declaren días de luto nacional por este tipo de fallecimientos, ni que se les conceda la medalla al valor sobre sus ataudes cubiertos por las banderas patrias, ante la compungida mirada de los ministros y ministras.


Es esa sobreestimación de lo militar lo que me subleva. De mi época de simpatizante y colaborador más o menos implicado del movimiento insumiso, guardo aún un manifiesto, que estuvo pegado en la pared de mi habitación muchos años, adjudicado al anarkista Bakunin, y que resume muy bien mi pensamiento acerca del asunto, por ello paso a transcribirlo:

La educación de los militares desde el soldado raso hasta las más altas jerarquías, los convierte necesariamente en los enemigos de la sociedad civil y el pueblo. Incluso su uniforme, con todos esos adornos ridículos que distinguen los regimientos y los grados, todas esas tonterías infantiles que ocupan buena parte de su existencia y les haría parecer payasos si no estuvieran siempre amenazantes, todo ello les separa de la sociedad. Ese atavío y sus mil ceremonias pueriles, entre las que transcurre su vida sin más objetivo que entrenarse para la matanza y la destrucción, serían humillantes para hombres que no hubieran perdido el sentimiento de la dignidad humana. Morirían de vergüenza si no hubieran llegado, mediante una sistemática perversión de las ideas, a hacerlo fuente de vanidad. La obediencia pasiva es su mayor virtud. Sometidos a una disciplina despótica, acaban siendo horror de cualquiera que se mueva libremente. Quieren imponer a la fuerza la disciplina brutal, el orden estúpido del que ellos mismos son víctimas. No se puede amar el servicio militar sin detestar al pueblo.


Es una pena que el movimiento antimilitarista esté ahora mismo tan desactivado, una vez que ya no tenemos que pelear para evitar que a los machos de la especie nos secuestren 1 año de nuestras vidas para obligarnos a jugar a todos estos macabros y pueriles juegos. Y sin embargo, creo que todavía hay motivos para rebelarse.


2 comentarios:

LaNegra dijo...

Pues... no sé cómo pronunciarme Federiko, la verdad. La comparación con un trabajador del MOPU que también sirve a la patria me había cuasi convencido, sin embargo, el texto de Bakunin no me convence en absoluto.

Estoy de acuerdo en que se sobreestima lo militar, y si no lo militar en sí mismo, sí sus símbolos. Supongo que es ni más ni menos que el precio que se pagó hace unos años (no tantos) para que se quedaran tranquilos tras haber ostentado el poder. Lo hicieron ilegalmente, pero fue suyo, eso es un hecho y, otro hecho, se lo quitaron (afortunadamente, añado).

Sin embargo no estoy en absoluto de acuerdo con la afirmación: "La educación de los militares desde el soldado raso hasta las más altas jerarquías, los convierte necesariamente en los enemigos de la sociedad civil y el pueblo".

Entre los militares, como entre todos los colectivos sociales (civiles, militares, eclesiásticos o lo que sean) habrá de todo, enemigos del pueblo y también todo lo contrario. Conozco pocos militares, pero sí alguno, y de ninguno de ellos diría que quiere imponer a la fuerza la disciplina brutal, el orden estúpido del que ellos mismos son víctimas.

El servicio militar, al que yo también me oponía, no era cosa de los militares, era cosa del estado y como estaba condenado a morir, murió.

Quizá sea el tiempo, pero últimamente estoy en contra de lo que yo denomino "verdades absolutas". Llámame rara.

Federiko dijo...

Y yo estoy de acuerdo en que hay militares y militares, pero sigo opinando que los valores que les inculcan son, cuanto menos, reprochables. Y entre esos valores reprochables está la misma razón de su existencia, la violencia contra las personas.

Se podrá decir que también colaboran en catástrofes o en misiones de paz, sólo faltaría, pero para eso podría haber cuerpos civiles igualmente capacitados.