sábado, 7 de febrero de 2009

Astearteak


Llegó mi peor día, el martes, el día insulso por naturaleza, el día en el que lo único interesante que sucede es que La Negra liga (léase el comentario del post anterior), ahora sólo falta que además culmine. Perdón por la intromisión en su intimidad, o tómelo como una promoción.


Dicho ello, explicaré que es el peor día para mí por lo que tiene de conjunción de 2 factores, no tiene la sensación de descanso de los lunes, un día de rodaje, y aún queda más de la mitad de la semana laboral.


También es del que menos cosas tengo por decir. Pensando entre sesión de estudio y sesión de estudio, algunas cositas se me han ocurrido, pero apostaría que no será un post memorable.


Los martes eran, normalmente, el día de las actividades extraescolares, no sé por qué, pero me viene a la mente lo de martes y jueves-entrenamiento, o inglés, o catequesis, o lo que fuere. Mis actividades extraescolares no fueron muy numerosas, como lo son ahora las de cualquier infante que se precie, casi se limitan a esas que he destacado ya.


Mi fuerte no han sido los deportes, lo intenté con el futbito en el colegio, pero me desmotivaron. Por esas edades, yo debía de ser un poco inflexible y cuando me decían que yo era defensa y mi misión era que no pasaran los contrarios, yo intentaba ser eficaz en esa misión, sin subir para nada al área contraria, incluso sentándome en mi área si tardaban en acercarse. Eso no debió de gustar al entrenador y acabó sacándome muy poco en los partidos, al final, cuando todo estaba ya ganado o perdido (más bien esto, creo que sólo ganamos un partido), haciendo que perdiera motivación. En mi curriculum, una gran jugada en el colegio San Ignacio que no acabó en gol por poco y de la que aún recuerdo los gritos de ánimo de entrenador, padres y espectadores, pero ningún gol en mi haber. Algún balonazo en la oreja con esos balones durísimos, amarillos y punteados, en pleno invierno, acabó por quitarme la afición.


Luego lo intenté con el arbitraje, y eso se me dió mejor, arbitraba partidos de competición interna del colegio, y no lo hacía mal, porque me dieron un trofeo al mejor árbitro, aunque en algún partido también me dieron alguna colleja que otra, esos de 8º, siempre tan abusones...


También estudié inglés antes de que lo tuviéramos como asignatura a partir de 6º, una rareza por aquel entonces, mis padres fueron visionarios apuntándome. Eran clases a las tardes, en el mismo colegio, y si las recuerdo tan vivamente es porque yo, y casi todos los alumnos, estábamos perdidamente enamorados de la profesora y porque, después de las clases, muchos días nos dedicábamos a llenar el patio del colegio de pintadas con tiza. El día que cubrimos casi la mitad del patio con enormes mensajes, unos más groseros que otros, los profesores perdieron la paciencia y nosotros, que nos creíamos inmunes en nuestro anonimato, fuimos descubiertos. El castigo fue comprar un montón de tizas, podía haber sido peor, nos podían haber hecho limpiar todo el patio.


En cuanto a la catequesis, también recuerdo un caso de enamoramiento hacia una catequista, Belinda, sólo su nombre evoca belleza, ¿verdad?. Aún le recuerdo curándome una herida en la rodilla, que me hice en una de las salidas, no me escoció ni nada. Esa fue la excepción, la mayoría de los años nos tocaban catequistas viejunas y más bien aburridas. La otra excepción fue en 6º de EGB, ya no se llamaba catequesis sino grupos de convivencia de la parroquia, y los monitores eran una pareja extremadamente politizada que un día nos trajeron a Mario Onaindia (antes de ser sociata) para que nos diera una charla anti-OTAN, y eso que no teníamos derecho a voto.


El martes también me evoca al carnaval, por aquello del martes de Carnaval, entierro de la sardina y todo eso. Hace años ya que no me disfrazo, pero antes siempre lo hacía, con mayor o menor éxito. Dejando a un lado los varios años en que tuve que acudir al armario de mi madre a última hora del sábado, para ponerme ropajes extraños de los años 70, destacaría especialmente el año que salimos en pijama, con uno comprado para la ocasión en El corte inglés, un pijama de abuelos, de cuerpo entero, con gran dolor en la cojonera durante toda la noche en mi caso, no había de mi talla. Lo peor de esas jornadas de carnaval era, sin duda, cuando había que volver sólo a casa, después de haberme perdido voluntaria o involuntariamente (en la era "sin móvil", a veces pasaban estas cosas), ya medio sobrio, amanecido el día, en pijama. También tuvo mucho éxito el disfraz de sevillana con barba, la barba era natural, jamás me tocaron tantas veces el culo, el paquete y las falsas tetas.


Televisivamente hablando, ahora el martes es el día de ver Aída y que me graben House. Ciertamente, House me cansa ya, y siempre que veo el capítulo grabado suelo leer el periódico a la vez, con lo que me pierdo un poco con el argumento, pero me sigue agradando el estilo. Es una serie que sigo más por las formas que por el fondo. Y porque algún día, será lupus.

1 comentario:

LaNegra dijo...

¿Ves? No soy la única que se enamora perdidamente los martes.

pd. en algunos culminé... espero retomar esa costumbre con éxito este 2009