miércoles, 25 de junio de 2008

El Corte, ese lugar


Dos reflexiones han nacido en mi mente tras la frustrada visita a El Corte Inglés de mi ciudad, frustrada porque me niego a pagar 30 eurakos por una cartera billetero, cuando mi madre ha encontrado una por 12 e igual de aparente.


Quizás 3 sean las reflexiones, si tenemos en cuenta que también he estado a punto de buscar a la pesada que hace tarjetas de El Corte en la planta baja. La gran ventaja de poder aparcar 2 horas gratis en pleno centro y su gratuidad son, sin duda, grandes alicientes. Pero mi orgullo me lo ha impedido, han sido decenas de veces las que han intentado entarjetarme y siempre me he negado, amablemente pese a la irritante insistencia de la promotora en cuestión. Incluso, las más de las veces he dado rodeos cuando notaba su amenazante presencia, sin embargo, hoy casi le busco (o "la busco"?, ya me corrigió Api una vez...). Quién sabe, quizás algún día deje mi orgullo y vaya por el lado práctico de la vida.


Bueno, la primera reflexión es que creo que nunca o casi nunca me he encontrado a un amigo, conocido, vecino o similar en El Corte Inglés, tampoco es que lo visite mucho, pero me llama la atención el no ver nunca a nadie conocido, sólo en alguna ocasión, en la sección de libros. Es algo que sucede con ciertos lugares, también me pasa con una calle de marcha de Estamiciudad. Supongo que tiene que ver con la "selección" que uno hace de sus gentes. Porque yo voy al Eroski, también ejemplo real de esta tarde, y, con toda seguridad, me pararé a hablar con alguno, saludaré a 2 ó 3, tendré dudas de saludar a otro y conoceré de vista a 4 ó 5. La estadística de hoy ha sido tal cual.


Una teoría posible, aunque descabellada, es que se trate de gente de otra ciudad, o incluso de otro planeta, de hecho cuando pasamos por esa calle de marcha que he citado, mis amigos y yo siempre nos preguntamos si no estaremos en Miranda, tras una translocación digna de ser investigada.


La segunda reflexión es que la planta de Oportunidades parece que tiene también dependientes de Oportunidades, y que me perdonen los dependientes de Oportunidades que me leen, que deben de ser cientos. Yo me imagino que es como la planta de castigo para los que se portan mal, se muestran reivindicativos o para aquellos a quienes se quiere hacer mobbing. La película "Crimen Ferpecto" ilustraba muy bien sobre estas jerarquías que se viven en los grandes almacenes.


Para terminar con este monográfico sobre estos "Ciertos grandes almacenes", dos historias que viví en mi infancia en esos almacenes, aunque entonces se llamaban todavía Galerías Preciados y que me impactaron hasta el punto de recordarlas aún. La primera es que en cierta ocasión, robaron la cartera a mi abuela del bolso, cuando yo iba a su lado durante toda la estancia allí y me preocupó enormemente haber estado tan cerca de la mano delictiva y no haberme enterado. Cuando digo que yo iba a su lado, quiero decir al lado del bolso, que a mi altura quedaba, más o menos. Además, recuerdo que, cuando mi abuela se dio cuenta, dijimos a un dependiente que nos resultaba sospechoso un individuo que miraba mucho y parecía disimular, y nos dijo que no, que era un agente de seguridad del centro. Ya véis, seguratas secretas en Galerias Preciados. Una historia desencadena otra, luego se dio la casualidad de que El Correo ilustró, durante unos años, las noticias relativas a robos de bolsos en la ciudad con una foto donde se veía a mi abuela, aferrada a su bolso, paseando por las cercanías de Galerías. Hubo cierto debate absurdo familiar sobre si habían puesto su foto porque había sido objeto de robo en aquella ocasión.


La segunda historia es más inquietante, un día me perdí durante unos instantes en Galerías, porque en vez de darle la mano a mi madre se la dí a otra señora que pasaba por allí. Lo inquietante es que era obvio que yo estaba confundido y no me había dado cuenta, pero la señora en cuestión sí debió de darse cuenta de que un niño ajeno le daba la mano y me llevó unos metros por el centro sin decirme nada ni preguntarme si me había perdido. Pronto me dí cuenta y corrí en busca de mi madre, a quien encontré poco más tarde, afortunadamente. De lo contrario, quién sabe si estaría todavía encerrado en un sótano infecto, sin ver la luz desde los 5 años.

1 comentario:

LaNegra dijo...

Dos cositas nada más...
Cosita 1: me ha encantado tu teoría sobre la planta de oportunidades (y que me perdonen también a mi los cientos de dependientes de saldo que te/nos leen)
Cosita 2: pensaba que la expresión "igual de aparente" sólo la usaba mi madre - bueno, y yo cuando la imito - pero veo que no. Qué grande, jejejejeje