lunes, 15 de septiembre de 2008

Un mirón en Madrí (II)


Seguí mi periplo Castellana arriba o abajo según se mire, hasta llegar a rodear el santuario blanco, el Bernabeú. Escandaliceme (¿para qué escribiré cultismos si luego no sé dónde acentuarlos?) un poco al comprobar que entrar al museo del Prado cuesta 6 euros y visitar el Santiago Bernabeu cuesta 15 euros. La comparación cae por su propio peso. Luego aplaqué mi indignación al pensar que realmente está muy bien que la cultura sea más accesible que visitar un estadio de fútbol, capricho puro.


Luego volví al cogollito madrileño por calles paralelas, fui buscando la calle Claudio Coello, para visitar la calle donde Carrero voló, voló. Temía no encontrar el lugar exacto a pesar de las referencias visuales proporcionadas por alguna película o Cuéntame, pero reconocí al instante el edificio sobre el que hizo salto de altura el coche. Además una placa que dice que allí rindió su último servicio a la patria señala el lugar. Macabro turismo el mío, quizás, pero me hacía ilusión ver el lugar, el edificio, el portal desde donde hicieron el túnel hasta el centro de la carretera, etc. Historia reciente.


En esa calle, oí una interesante conversación entre dos señoras de edad respetable que paseaban agarradas del brazo. Se ve que es barrio bien, porque, en lugar de hablar sobre los rumores de boda de la duquesa de Alba o sobre Belén Esteban, la una le decía a la otra que, de la Biblia, el Apocalipsis era un poco difícil de entender pero que el evangelio de Lucas era muy bonito y fácil de leer.


A la tarde, tras pasear por El Retiro, donde un par de negros me hicieron gestos que entendí como ofertas de costo, y después de comer, me dirigí a otro de esos grandes focos del turismo madrileño, la calle Montera. Muchos compran (oro) y muchas venden (su cuerpo), un gran bazar en definitiva, un tanto deslucido por las obras. Todo por molestar a las putas, mil cámaras, cientos de policías y, además, vallas y zanjas por todas partes.


Las zonas de putas para los hombres son lo que las obras para las mujeres, un lugar donde, paseando, te aseguras oír piropos, eso sí, más interesados y falsos que los provenientes de los obreros. Unos amigos que pasaron por allí recientemente me contaron que a un calvorota de su cuadrilla le decían "chstt, sin pelo, sin pelo", dudaron si le llamaban haciendo referencia cariñosa a su calvicie o si le estaban ofreciendo su pubis rasurado. A mí no me ofertaron esa variante, así que optaremos por la primera alternativa.


Tengo que decir que las putas en cuestión están, en general, de muy buen ver y son muy jovencitas. No diré nada de lo extraño que me parece la cercanía de una zona de prostitución a plena luz del día, a 300 metros de la puerta del Sol, que de eso ya habló Arturito en El Semanal, recientemente. Un fenómeno así tenía que observarlo con detenimiento y una terraza con vistas al mercadeo me lo puso en bandeja; hablaría de un perfil tipo de cliente, pero no lo hay, salvo la coincidencia en que todos eran tíos. Jóvenes, muy jóvenes, maduros, viejos, españoles, inmigrantes,... También apareció la figura del abuelo cebolleta, sin posibles o sin facultades para echar un polvete cada día, pero con manos largas y con su simpatía, que le permitía que las putas no le pusieran problema alguno en dejarse tocar por él, entre juegos y risas.


La procedencia de las putas parece ser del Este de Europa, por su aspecto, también hay sector Negras. Y espero no parecer simple diciendo que creo que están haciendo lo que quieren hacer, la juerga que se traían entre ellas, sus bailes, sus juegos, no hacían indicar que estuvieran explotadas, obligadas o haciendo algo que les desagrada profundamente. Que también podrían trabajar en Zara, fregando portales, de camareras, o en cualquiera de las muchas oficinas de Mutua Madrileña (por no ser políticamente incorrecto).


Por lo demás, seguí con mis encuentros con famosos, el director de cine Jose Luis Cuerda fue el siguiente. Paseé por los alrededores de la Plaza Mayor, calles con encanto, una de ellas era toda una calle de comercios chinos, desde las clásicas tiendas de alimentación hasta una peluquería.


Y a la noche, tenía una gran cita con la presentación de la serie Cuéntame, se presentaba en un cine de la Gran Vía, y ahí estuve, en plan fan, haciendo fotos a todos los actores y actrices. Así que, mi nómina de "famosos" se vio notablemente incrementada con los Imanol Arias, Ana Duato, Juan Echanove, los niños, la abuela, y toda la cuadrilla. Me hizo ilusión.


Continuará....


3 comentarios:

LaNegra dijo...

En tiempos yo curré en (una oficina de) Gran Vía y en verano, con el calorcito, acostumbraba a volver a casa andando. Todo estupendo, excepto por el detalle de que yo no tenía tarifa.

En los escasos 50 m. que separan Gran Vía de Sol oía una media de tres veces la palabra: "¿cuánto?".

Nunca me he vestido de monja, pero os puedo asegurar que tampoco iba vestida de puta, y no lo digo en tono despectivo, es simplemente que el vestuario de las putas de Montera, al menos entonces, era prácticamente inexistente.

Un día que, de casualidad, llevaba el periódico debajo del brazo, la media de preguntas fue de cero.

No sé qué tipo de público utiliza el servicio, lo que os puedo asegurar es que todos piensan que las putas no saben leer.

Federiko dijo...

Muy fuerte que te confundan con una puta. Ciertamente, me parecería una putada (graciosa) citar a una amiga en algún punto de esa calle y hacerle esperar, porque seguro que recibiría ofertas o consultas sobre su tarifa durante su espera.
Pero de ahí a parar a paseantas para preguntarles "cuánto?",...

LaNegra dijo...

Y porque Api no se ha parado a comentar... pero en la adyacente calle Jardines, esperábamos una vez ambas para entrar a la Sala Sol a ver un concierto cuando un guiri completamente borracho se le acercó y le dijo en su mejor inglés:
"How much?"

Eso sí que fue acojonante...