miércoles, 17 de septiembre de 2008

Un mirón en Madrí (y III)


Otra cosa que me sorprendió negativamente es el acoso de los (supongo) voluntarios de diversas ONGs en los alrededores del FNAC, que acostumbro siempre a visitar en mis estancias en Madrid. Me parece muy curiosa su salita de lectura, siempre llena de gente leyendo gratis, habrá quien se acabe ahí libros. A lo que iba, que no me parece bien que gente identificada con los logos de Greenpeace, Adena y otros, asalten a los viandantes en plena calle, buscando sus firmas o sus inscripciones, utilizando métodos que están ya contaminados por el mal uso que hacen otros colectivos/jetas. Una mesita a la que te acercas si te interesa me parecería menos violento y más amable, sin duda, tratándose de lo que se trata.


Además, utilizan técnicas de marketing, más usuales en negocios lucrativos, que quedan raras en este campo, por ejemplo, lo de despedir con 2 besos al medio convencido. Yo anduve en zig-zag, intentando evitar a los/as acosadores/as, pero no pude evitar tener que decir, con mi mejor sonrisa, que no me interesaba, a un par de ellos.


Disfruté mucho de mi visita al museo de El Prado, le dediqué 5 horas, que hicieron mella en mi riñonada, un tanto maltrecha ya por el sofá cama donde dormía en casa de mi hermana. Pero, aún así, fue una gozada la contemplación de todos esos cuadros en su grandiosidad, física en algunos casos y artística en todos. Sólo un pero, las ensaladas del buffet libre del restaurante del museo son deleznables.


En el Prado ví, por segunda vez en mi estancia en Madrí, a una tipa con los lóbulos de la oreja agujereados y agrandados, al estilo africano, con una pieza de madera en su interior. Era de aspecto nórdica/teutona; el primero que ví en la ciudad, en este caso un chico, también parecía de la misma procedencia. Llámenme paleto, pero no conocía de esta moda, que quizás llegue también a estas tierras en breve.


Por la tarde-noche, Api y La Negra tuvieron a bien sacarme de cañas y tapeo por La Latina, en apenas media hora de sentada en una terrazita se incrementó la lista de famosetes. Resumiendo, de esta estancia en Madrí, me llevo el encuentro con Carme Chacón, Jose Luis Cuerda, los de Cuéntame, Simancas (aquel elemento del PSM), Julio Médem, una pelirroja de "Los hombres de Paco" (?) y, aunque se me escapó lamentablemente, Verónica Sánchez, la de los Serrano que hace un montón de capítulos que ya no aparece en la serie, pero seguirá siendo la de los Serrano.


Podría parecer que destaco más aspectos negativos de Madrid que positivos, cierto es. Por supuesto, tiene pros, uno de ellos, que se pueda salir un miércoles de marcha. También hay calles que pueden hacerte olvidar el caos de la gran ciudad, una de ellas es la calle Huertas, de gran encanto, a pesar de que también está infestada de ojos que todo lo ven.


Para finalizar, el viaje de vuelta en autobús se me hizo un tanto duro, es en estos momentos donde no se puede escapar de los abusones del teléfono móvil, esos que cada 10 minutos tienen que llamar para decir que están en Lerma, en Pancorbo, en Miranda, entrando a la ciudad, viendo ya al que espera, y, entre tanto, responder a otras tantas llamadas para decir lo mismo. Qué horror.


Y una manía personal, no me gusta nada la fórmula de despedida "Chao", me parece pija, insufrible, no tanto como "Hasta lueguito", pero casi. Lo digo porque solía ir unido el abuso del móvil y el "Chao".


Fin de mi crónica de mi estancia en Madrid. Chao.

2 comentarios:

LaNegra dijo...

Siempre que alguien viene a Madrid y va al Museo del Prado y lo disfruta, igual que lo ha disfrutado usted, siento que me afea la conducta.

Para colmo la ilustración del post es, ni más ni menos, "El Jardín de las Delicias".

Esa obra y otras de su categoría, son las que me hicieron jurar con 17 años que, si un día vivía en Madrid, iría al Prado una vez al mes, para ver cada vez un estilo pictórico y disfrutarlo sin empachos como lo hice en aquella excursión de COU.

Hace 17 de esos 17 y no he vuelto al Prado... quién sabe, igual esta vez, me avergüenzo de verdad y voy.

Api dijo...

Yo el domingo por la mañana llegué hasta la puerta dispuesta a hacer la cola que hiciera falta. Curiosamente había poca gente, pero como han cambiado el horario para entrar gratis (a pesar de que con mi tarjeta mágica entro gratis siempre que quiera) me puse en modo rata y nos fuimos al Retiro a leer el periódico y beber Mahou.

La última vez sólo vi la ampliación, asi que digamos que hace como cuatro años que no voy a El Prado -¿o era Al Prado-? y fue como acompañante de una vitoriana que vino de visita.